A veces las personas nos exigimos demasiado y nos comportamos como el entrenador más estricto que se pueda tener.
No tiene por qué ser durante todo el tiempo, a menudo simplemente al afrontar ciertas situaciones nos planteamos objetivos demasiado altos y difíciles de alcanzar, cosa que crea una presión enorme, y en caso de no conseguirlos nos atormentamos por ello.
¿Es necesario? Si nos planteásemos los objetivos en términos más razonables y fuésemos capaces de ser flexibles en caso de que el resultado de nuestra acción no fuera el esperado, de no conseguir el objetivo, nos adaptaríamos a la situación, relativizaríamos lo ocurrido y sobretodo no nos “machacaríamos” a nosotros mismos.
Es muy importante ser capaz de flexibilizar y relativizar, ser indulgente con uno mismo y no exigirnos más de lo que podemos.